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Ella baila sola amores de barra

Ella baila sola amores de barra

Y nos dieron las diez

En 2020, “Lambada” parece poco más que un pitido en la historia de la cultura pop; es difícil imaginar el fenómeno mundial masivo que fue. Aunque “Lambada” pueda ser un artefacto anticuado de los albores de los 90, en su momento fue un momento cultural decisivo, un éxito mundial de la música latina cuando ésta no era tan común como ahora, un bastión de la decencia moral pública que apestaba a connotaciones clasistas y racistas, y un ejemplo de cuándo una moda podía llevarse demasiado lejos. Echando la vista atrás, dista mucho de ser un producto de su tiempo, ya que el discurso de entonces resuena en productos culturales de nuestra época. Para ponerlo en contexto, imaginemos la reacción de los medios de comunicación conservadores ante “WAP”, e imaginemos a los grandes estudios cinematográficos estrenando múltiples películas basadas en la canción sólo para descubrir que nada de la canción era real. Es un viaje salvaje.

Al principio, la historia parece bastante sencilla. Kaoma lanzó la canción del verano en julio de 1989, un pegadizo tema brasileño acompañado de un vídeo subido de tono que causó sensación al instante. Al poco tiempo, encabezó las listas de éxitos en Europa, América Latina y, por último, Estados Unidos, cuando “Lambada” alcanzó el número uno de la Billboard Hot Latin Chart y permaneció siete semanas en esa posición. También alcanzó el número 46 del Hot 100 en 1990 y acabó vendiendo 5 millones de copias en todo el mundo. Toda una hazaña para una canción cantada íntegramente en portugués.

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Con la frente marchita

En SOLO, de Israel Galván, se recodifica el lenguaje físico del flamenco, utilizando modos de expresión relacionados genealógicamente, así como aspectos performativos de otros rituales de la cultura popular, desde el fútbol al activismo o el travestismo. En la búsqueda constante de un baile que se libere de los rasgos heredados del flamenco establecido, Galván afirma: “SOLO es una casualidad: un día bailando me quedé quieto, no podía moverme, y no había música. Fue un minuto de soledad. En todos estos años he aprendido a bailar solo con mis soledades. Me doy cuenta del sonido de mi cuerpo y bailo en silencio”.

Israel Galván de Los Reyes destaca por proponer un lenguaje expresivo propio, no sólo como bailaor, sino también como creador escénico, desarrollando un lenguaje, desconocido hasta ahora en el baile flamenco, basado en fragmentaciones, mezclas y sumas de gestos.

Y sin embargo

Antes de la pandemia, el flamenco había experimentado un pequeño pero notable resurgimiento en la escena del baile de Los Ángeles. Un público más amplio estaba descubriendo la tradición andaluza que llevaba mucho tiempo presente en Los Ángeles, abriendo la puerta a que más maestros presentaran su trabajo a nuevos y fieles admiradores en teatros de todas partes. Desde el Bootleg de Westlake hasta el Soraya de Northridge, cada espectáculo era más publicitado que el anterior.

El espectáculo comenzó al aire libre, bajo la lluvia, y los elementos naturales se sumaron al ritmo del zapateo de Galván por el pavimento, con sus botas apareciendo de repente en una bandeja tras una breve pausa para representar la traducción literal de su título: servir el baile. Una vez dentro, algunos de los pasos y gestos de Galván se convirtieron en reflejos directos de los movimientos necesarios para preparar los alimentos y bebidas. Otros sugerían el estado general del público durante su estancia en el bar.

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Ensalada Rusa” fue la primera escena principal del local y la que más se alejó del tema musical de Galván. En lugar de utilizar el canto español o los sonidos atmosféricos de la cocina para crear su ritmo, sonó música clásica. El artista comenzó a ejecutar sus pasos mientras se agarraba a la encimera con una mano como si fuera una barra. Sus movimientos fuertes y controlados se convirtieron en un híbrido de flamenco y ballet parecido a un calentamiento controlado, que domaba ligeramente el lado salvaje de la danza española sin apagar su llama. Los brazos se abrían y cerraban en segunda posición, mientras el zapateo se mantenía fiel a la tradición flamenca.

Y sin embargo te quiero

Dependiendo de si es clase de FITNESS o de baile, la base de mis clases es la disciplina y la concentración. Me caracterizo por ser un profesor que corrige posturas durante la clase para alcanzar los objetivos de manera eficiente. Mis clases se caracterizan por su música a veces nuevas propuestas, a veces música de décadas pasadas, electrónica, rock, pop, etc. Soy un profesor firme y amable a la vez. Mis alumnos suelen generar un vínculo de confianza y desafío y he tenido la suerte de ver transformaciones tanto de bailarines como de personas sin formación artística que han tomado mis clases de barre y barralates.

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